BUKOWSKI LLEVABA RAZÓN
(David G. Lago, Animalicémonos, Boria Ediciones, 2019)
Bukowski llevaba razón.
No somos más que ratas,
un puñado de ratas malolientes,
efímeras y grises
—igual que nubarrones—.
No somos más que ratas inquietantes,
eternamente condenadas
a malvivir en avenidas subterráneas
o a divagar perdidas sobre el asfalto
—la condena es hacer filosofía
en la cima de algún estercolero—.
Soñamos desde el ostracismo.
Comemos de la mano del verdugo
—esa misma mano que nos alimenta
con una dieta de abundante veneno—.
¡Hagan caso a vallas publicitarias!
No somos más que ratas consumistas
que buscan libertad en lo podrido.
Bukowski nunca dijo estas palabras.
Y, sin decirlas,
llevaba toda la razón.
XIX
(Christian Nieto Tavira, Apuntes para un futuro caos, Boria Ediciones, 2020)
danzad, danzad y desparramad las tripas por el suelo,
que la tierra ya es de fuego y no me deja ver lo que se hace cenizas.
danzad, danzad y llorad,
que vuestras lágrimas son cristales que se clavan en pies ajenos y desnudos.
danzad, danzad y soñad,
que la esperanza aún tiene sitio aquí.
danzad, danzad y no recéis,
que los ruegos a dioses mortales son blasfemias a destiempo.
danzad, danzad y no os confiéis,
que hay dagas que acuchillan sin estar afiladas.
danzad, danzad y no bailéis sobre vuestros muertos,
que hay cadáveres aún vivos sobre nuestras aceras.
danzad, danzad, borrachos eufóricos,
déspotas melancólicos,
ególatras confiados.
danzad, danzad, malditos hijos de caín.
y sangrad.
y morid.
VENUS
(Óscar Navarro, Carta astral, Boria Ediciones, 2018)
Esta cuerda no vibra
con la misma frecuencia.
Yo vibro con la Ofrenda Musical,
o con Messiaen.
Lo prefiero así,
un eco lejano,
un sonido que no es
sino el recuerdo
de un sonido más antiguo.
Invítame a este baile,
que hoy aceptaré. Quiero
oler tu piel y tu cabello.
Esta cuerda no vibraba
pero quiere aprender a hacerlo.
Darse de bruces…
(Tomás Carrión Vidal, Dónde está la heroína, Boria Ediciones, 2018)
Darse de bruces.
El momento en el que descubres
que la coca no era un refresco.
Comprender aún sin pelo en las pelotas
que no es por anciana nostálgica
por lo que tu abuela llora sola,
y los vanos intentos de sonrisas
que a tu pueril mirada dedican
esta vez no lo consiguen, no lo evitan.
No evitan que repares
en incesante carmín goteando
contra el suelo.
que viene de una mano,
a la que no miras por miedo.
Entonces, sólo entonces,
sólo en ese preciso momento en
el que se estanca indefinido el tiempo
comprendes.
Que las constantes ambulancias
no eran para la vecina.
Que los frascos vacios,
no eran de medicinas,
y que mamá.
nunca se caía.
LA CUALIDAD ESFÉRICA
(Luis Sánchez Martín, Carrera con el Diablo, Lastura Ediciones, 2019)
(¡Buuuuuuuuuh, que salga Sha Na Na!
Abraham Simpson en Woodstock)
Hace unos días participé
en una lectura conjunta
de Cien años de soledad.
Pensaba en eso anoche
mientras veía el pressing catch
en internet
y mientras Dean Ambrose alzaba
su cinturón de campeón intercontinental
pensaba, también
que los polos presionan el globo
frustrando su cualidad esférica
y que si se hace camino al andar
también construye quien tropieza.
Y es que a veces la mayor incógnita
es saber si merece la pena
despejar la x.
Y tú,
sí, tú
que crees saberlo todo
déjame decirte algo:
el siglo XX no acabó
hasta que murió Chuck Berry.
El mundo avanza…
(María Marín, El desafortunado intento, Boria Ediciones, 2018)
El mundo avanza
inevitablemente
hacia adelante,
aunque a veces
parece retroceder.
O quizás soy yo
dando un paso atrás.
No saber quién eres
acelera el tiempo,
que parece contagioso
porque todo el mundo
se vuelve viejo a la vez.
Para mí el mundo avanza
tan deprisa
que apenas conozco mi nombre.
Les diré lo que sé:
yo soy las personas
que me quedan,
que se quedan,
que quedan,
cuando yo también
he decidido marcharme.
OGALALLA, NEBRASKA
(Lujo Berner, Home, Boria Ediciones, 2017)
hace un tanto como calor de mil espumas
rozan los claros en mil patos salvajes
y el verde es asfalto como cielo
4737 almas un sioux y un cruce
atrapados en el nido de cables
en el plano hipodámico de un tal jesús
cowboy city rompe el celofán
un skatepark morado y un lago arañado
la sombra de una orilla y el borde que no piensa
yo te miro
y vacío la mente
y después te digo adiós
rode to Ogalalla
home i´ll never be
EL ENCARGADO
(Abel Santos, Huelga decir, Boria Ediciones, 2019)
(Bueno, de acuerdo, mira,
esto es lo máximo a lo que pueden aspirar
los tipos como nosotros:
no hay más.
CHARLES BUKOWSKI)
Fue mi jefe en aquel almacén
de La Moraleja, aquella mañana de derrota,
quien me hizo la pregunta inesperada
cuando confesé que no me gustaba el fútbol
y que mi pasión era la escritura:
—¿Eres un hombre sensible?
—Tan sensible como cualquiera que lo sea,
pero con un detalle:
soy receptivo al mensaje oculto de la vida,
por ello me encargo de transmitir
lo que otros no pueden
a través de la función de las palabras.
Aunque no siempre funciona.
Pareció comprenderlo.
Algo brillaba en la superficie triste de sus ojos.
Uno se da cuenta,
tras empaquetar decenas de miles de relojes caros
(junto con tus emociones más profundas),
que el cliente no apreciará en el pedido
nada más que el lenguaje
de una estúpida y perfecta maquinaria.
Hay que seguir trabajando.
Más allá del wifi…
(Rafa García Jover, Introducción y notas, próximamente en Boria Ediciones)
(Take me out tonight
Where there’s music and there’s people
And they’re young and alive
There Is A Light That Never Goes Out, The Smiths)
Más allá del wifi, la clonación existe
[algún día lo leeré en una de esas revistas de
ciencia que hay en las salas de espera o en un
story de instagram mientras espero mi turno]
hilo musical: there is a light that never goes out
Más acá del router, aún nada.
Ni el vello del cuerpo desnudo te protege.
Cuerpo, sin más. Corramos la voz.
Cuando visitamos, unimos las palabras
para formar sintagmas y los sintagmas,
oraciones. Y esperamos.
El médico me ordena que me desnude.
Y lo hago. Lentamente (mi madre fuera del campo de
[visión),
tan lentamente
que al médico le da tiempo a ralentizar el doble
sus movimientos. Es su manera de esperar.
Desnúdate y túmbate, por favor.
¿Aquí? Sí.
El hilo musical ha enmudecido. Sólo se escucha el vello
desnudo del cuerpo. La belleza.
Y abrimos, le abrimos al especialista aquellas grietas
que sólo abrimos a la persona que más queremos.
la boca para un empaste
la vagina para una biopsia
el ano para un tacto
Frío y vacío como esos cubitos de hielo
huecos por dentro.
En el momento en que eso ocurre, dejas de ser
inocente. Ya todo es sucio, presente, normal.
Y desearías tu cuerpo clonado para estar
en todas partes. La belleza.
Pero previo al wifi, la clonación no existe.
Y aún quedan años para eso.
COSTURAS
(Alicia Párraga, Kairós, Boria Ediciones, 2020)
A mis abuelas
Nunca aprendí a coser,
dan fe de ello
mis iniciales a despunto de cruz
en la pechera de un delantal a cuadros.
Mi interés en estas lides
se limitaba a empapar
con pueriles lágrimas
las aristas de un hilo cortado
por los dientes de mi abuela,
y fecundar con él
la aguja que remendaba los eclipses
de luna sangrante
que encendían la carne ennegrecida
de mis rodillas.
MARÍA LA BERTEJA
(Saúl Lozano Belando, Made in: La Bestia, Boria Ediciones, 2017)
el coche de los muertos ha pasado por mi calle
rojo
realmentebrillante
y anunciaba la muerte de La Hermana De María La Berteja
ni siquiera un nombre tenía la tía
condenada a ser la hermana
a la muerte
condenada al coche de los muertos
rojo
realmente brillante
un viejo vivo sale a escucharlo
como diciendo
«el día que este coche de los muertos
rojo
realmentebrillante
anuncie mi muerte quiero
que toda la calle salga a verlo»
o
«ahora le comento a mi señora si le apetece pasarse por el
velatorio comentaremos lo poco que nos queda y le besaré
en la boca»
más abajo
una persiana suspira
o suspira una vieja viva detrás de una persiana
no lo sé me da igual
luego voy al chino a por un cigarrillo
y ahí está la Santi
que es la señora que llevaba la tienda antes
pero su hija murió y ella se hizo más vieja
así que vendió la tienda a los chinos
decía
«chacho, ¿por qué no compráis los sacos de pipas? salen
buenas. yo vendía tres sacos lo menos en una semana»
y el chino
«todo ha cambiado»
esa sí que es buena
compro el cigarrillo y pido fuego y me alejo de allí,
algún día todo habrá acabado
para todos
pero ahí estará el coche de los muertos
rojo
realmentebrillante
anunciando el fin por todo Espinardo,
eso te lo juro yo.
OTRO AEROPUERTO
(David Matuska Olzín, Patrik M., Boria Ediciones, 2019)
—Tu vida es excitante y llena de aventuras
—dicen y envidian.
Sí, si no te ha tocado vivirla,
pero a mí sí, desde el principio hasta el final.
Estoy sentado en el suelo, otro aeropuerto,
las mujeres pasan,
me miran, me miran a los ojos.
Mujeres de todas las razas y nacionalidades
pasan a mi lado
y me miran a los ojos.
Anochece detrás de las ventanas enormes
de un aeropuerto
de cuyo nombre no quiero acordarme.
Los ventiladores gigantes arriba reparten el aire,
la gente viaja de una ciudad a la otra, de un país al otro,
de un continente al otro
y las mujeres me miran a los ojos.
¿Qué, por dios, ven allí?
YO QUISE SER POETA
(Ramón Bascuñana, Artículos de primera necesidad, próximamente en Boria Ediciones)
Yo quise ser poeta de los de pelo en pecho,
de los que escriben versos con las manos,
no con el corazón, que así les salen.
Yo quise ser poeta de los de pelo en pecho
para tomarle el pulso a los problemas
del hombre de la calle.
Yo quise ser poeta
de los de pelo en pecho,
trasnochar, beber whisky, escribir una oda
a la mujer barbuda, al machismo,
a las torres gemelas, esas que ya no existen,
y los toros de Osborne que los tienen bien puestos.
Sin embargo, mis versos,
ásperos como barba de tres días,
no hallan acomodo en este siglo
de atléticos poetas de gimnasio
que bañan su poemas
en agua de colonia de diseño
para que huelan bien cuando los leas
y no puedas oler su podredumbre.
Yo quise ser poeta de los de pelo en pecho,
pero ya no se estilan
y he tenido que ceder a la moda.
Dentro de diez minutos me depilo
y mañana me apunto en un gimnasio.
Fukushima
(Álvaro Bellido, Todo es vorágine, Boria Ediciones, 2018)
Nuestra catástrofe particular
nos pilló haciendo planes de boda.
Tuvimos que aprender a nadar
en mitad de la tormenta química.
Un día tú también fuiste Fukushima.
Te arrasó un tsunami salvaje y violento
que dejó todas tus medidas de seguridad
a merced de una caótica deriva
y todos los reactores gravemente afectados.
No hubo miedo ni gestos de pánico.
Solo personas luchando
por mantener la central a salvo
a pesar de los destrozos y las grietas.
Desconocían que, desde el núcleo,
Fukushima ya había empezado a salvarse
mucho antes de la gran ola.
Un día tú también fuiste Fukushima
y no quisiste salir corriendo.
Charlestone
(Anabel Úbeda, Visiones del refugio azul, Boria Ediciones, 2019)
Les llamaron
Felices Años 20.
Caroline punteaba la tarima,
libertaria, tacones plateados
y una pluma apuntando
al estrellato,
su visado de emancipación.
Bajo sus pies,
América crecía
a costa de la destrucción
de familias
y la venta de silenciador.
Su compañera, Sharon,
acariciaba el telón,
flecos dorados
sobre body negro,
ahorrando para su billete
[de esperanza a Yellowstone.
Aliado del terror
y la reconstrucción.
En Europa,
tascas y alcohol,
baile en las plazas,
engañando el hambre de jornaleros
y enalteciendo al cacique.
Y claro, Charlotte,
recordaba su patria, Cuba,
su nombre real,
esperando que sus piernas alzadas
descubriesen la alegría
de un mes de pan
y treinta noches
sin fornicar.
Ellas, un arma de expresión;
el país, prostituyendo violencia
al mejor postor.
La herrumbre: lo mío o Treinta minutos de microcosmos
(Antonio Soriano Santacruz, Nuevas especies de óxido, próximamente en Boria Ediciones).
Media hora son treinta minutos muertos
que dan para paja y poema.
En ese orden.
Ahora bien:
nadie habla de ello.
Creo que
toda la bohème de principios de siglo
Mallarmé ante Debussy y el preludio de su fauno
Stravinski en la octotónica del Pájaro de fuego
Nijinsky desnudo mirando a Diaguilev sin parpadear
Apollinaire dando la vuelta al cuaderno
Picasso eliminando la parte trasera de su ojo.
Todos
se matarían a pajas.
Pero nadie habla de ello.
Por qué no concibo a Tzara y su:
¡Dadá no significa nada!
sin antes un buen momento para sí mismo.
Y porque es divertido
y también sensato
entender toda la historia del arte como una variación de la tensión y la distensión sexual.
El poema de la paja ha de ser como esta:
un fútil intento estéril de autosatisfacción.
Inútil y pasajero.
Un poema enraizado en ese hastío
un esfuerzo de cincuenta calorías
como el soneto poco inspirado de un Lope o un Garcilaso cualquiera.
Y ahí ha de quedar.
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