LA LUCHA CALLADA
de tu cuerpo
contra tu cuerpo,
tu carne regada
de químicos necesarios e implacables,

la rabia por no tener fuerzas
contra las náuseas.

El miedo compartido
que nos vuelve niños asustados
buscando consuelo
en abrazos silenciosos,
buscando una madre, un padre,
que con una sonrisa suave y tierna
haga la magia
y nos lleva a la playa
o
a la montaña
y sea el sol entonces
quien recorra tus venas,
y tu sonrisa caricia
en mis dedos,
y las náuseas
un mal sueño,
y la lucha de tu cuerpo contra
tu
cuerpo
las reglas estúpidas
de un fugaz juego
de verano.

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MILITO EN EL LADO DE LOS SIN LADO,
creo, descreído, en la luz posible de un posible amanecer
y habito las sombras
y contigo
las comparto.

Milito desmilitarizado creyendo en la necesidad
de la violencia a veces
y en su inutilidad siempre, en la necesidad
de castigar a los que castigan y en la inutilidad
del castigo,
en la necesidad
de ayudar
a los castigados
y
en la inutilidad de la ayuda entonces porque ya es un fracaso.

Milito en el convencimiento
de la nada por venir, en la tristeza serena y convencida
como forma
de vida. En el amor que crea huracanes de arena en silencio
como un avestruz metafísico y pesado.

Milito en el individualismo reconociéndome
en cada cara, en cada lágrima, en cada risa, en cada muerte,
viviendo
en cada muerte, en cada risa, en cada lágrima, en cada cara.

Milito en la disidencia
y me traiciono cada día
como se traiciona cada día todo hijo de vecino salvo
los héroes,
y no creo
en los héroes y no creo
en la traición. Prefiero ir
por la pequeña calle de atrás,
envuelto con un trapo negro
con el que abrigarme
en el frío
de la madrugada, en un rincón, lejos
de los otros
disidentes.
Milito en el miedo íntimo, enorme como un grano de sal,
a perder
tu amor.

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¡PROCEDE LOAR
a los dioses de las máscaras verdes!
Agradecer sus ungüentos que tras hacerte cruzar
los cinco ríos
te traen de vuelta inmaculada.

Agradecer con trigo y agua, con
aceite y vino,
quemar laurel a la orilla
del mar eterno,
pedir a Deméter las amapolas de su corona
y danzar hasta el éxtasis.
¡Que Pan se ocupe
de los preparativos!

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CLAVAN LOS LOBOS SUS ILUMINADAS PUPILAS
desde el fondo del pasillo oscuro,
sus silenciosas zarpas
emponzoñan un dolor ya macerado
como el vino de ayer.
Su aliento frío
cerca de la almohada, su aliento hambriento cerca del
corazón,
la mirada sin fondo presta
a arrebatar
cualquier atisbo
de existencia.
Dormida te abrazo con toda la vida de que soy capaz,
ellos enseñan
sus colmillos,
ellos sonríen
y
callan.

Ellos ahí,
lobos que miran desde los pies
de la cama.