Sabido es por todos que somos felices en nuestra ignorancia. Este lugar común, que alguna razón debe arrastrar para haberse convertido en tópico, implica su contrario, y el conocimiento nos lleva a una suerte de angustia que, en según qué momento, puede llegar a desestabilizarnos demasiado. Y a esto, imagino que por simplificar y que no nos miren raro, lo hemos llamado crisis de la mediana edad. ¿Qué consecuencias puede tener que esta crisis interior coincida con una global, absoluta? Absoluta porque lo es incluso para quienes no la sienten pues, volviendo al punto de partida, que uno sea feliz en su ignorancia no lo saca de la realidad, todo lo más le procura una burbuja invisible a sus ojos, pero no a los del inquieto e infeliz observador.

‘Home’, como el propio título adelanta,  gira en torno a la idea de hogar. Pasajeros en dos viajes paralelos, el físico y el interior, nos preguntamos si hay un hogar y dónde está. Esto es, partimos de las clásicas dudas (quiénes somos, dónde vamos, de dónde venimos…) para, en una siempre bienvenida y necesaria vuelta de tuerca, llegar a la pregunta clave: por qué un hogar, y por qué éste y no otro.

Toda búsqueda tiene un comienzo que suele estar indefectiblemente ligado a la idea de escapada. Cerramos los ojos hasta donde somos capaces y escapamos hacia dentro, recordando, revisitando los sitios donde hemos estado, donde hemos sido felices y, desoyendo al poeta, volvemos a pisar la senda. Equipaje, gasolina, viaje físico, real. Y el poeta se equivocaba: encontramos la playa perfecta.

 

perdidos en circunloquios programados por otros

sin anclajes ni escayola afectiva

es un bálsamo valioso

encontrarte de repente allí

 

Mas algo falla. Durante un instante nos ha engañado; nos hemos dejado engañar porque lo necesitábamos. Pero esos anclajes están ahí y tiran de nosotros.  Y nos marchamos, porque aquel no es nuestro hogar. Y para bien o para mal, lo asumimos.

Esta primera parada y fonda nos ha roto por dentro y caemos en la cuenta de que tal vez haya que cerrar heridas antes de seguir caminando. Lo hacemos. Lo intentamos, al menos. Y creyéndonos preparados, al fin, para reemprender la revisión de los caminos que nos llevaron a buen puerto, de nuevo nos estrellamos con una realidad que, aun siempre presente, nos cuesta identificar.

 

ciudad cicatriz

tus llagas nunca llegan a cerrarse

y tu sangre se ensucia o se rompe

 

ciudad vida

porque reconstruirse es vivir

y es más rápido aprovechar la herida abierta

 

¿Por qué lo hicimos? ¿Qué nos hizo creer que había que desinfectar las heridas? ¿No son acaso las que nos impelieron a iniciar la búsqueda? Quizá erramos tanto el propósito como el camino. Nos desprendemos de las sucias vendas y los puntos de sutura mal trenzados y aprovechamos nuestra herida para seguir caminando (o seguir haciendo camino, pensamos para redimirnos ante el poeta, que finalmente llevó razón). Y buscamos, entonces, aquello que aún no conocemos.

 

Road to ?????

Home I´ll never be.

 

Comienza la búsqueda y nos envuelve un aura onírica que no hace sino empujarnos aún más. Recordamos los lugares donde nunca hemos estado. Revivimos los momentos que nunca sucedieron. Surge, pues, la gran pregunta: ¿qué es el hogar y dónde está? Lo sentimos cerca, pero sabemos que no es aquí. Estamos lejos (de qué, no lo sabemos, pero lejos) y hemos de continuar. Suena Tom Waits, vemos surferos locos en mitad del desierto, sonreímos, saludamos y nos vamos.

 

yo te miro

y vacío la mente

y después te digo adiós

 

Descubrimos, entonces, que ya habíamos emprendido este camino anteriormente. Muchas veces, además. Y que la ilusión del mundo irreal, del plástico de colores que envolvía (y envuelve) nuestra existencia cumplió su cometido: jamás nos supimos en tal empresa al sentirnos embalados entre extractos del banco, cestas de la compra, libros de texto, planes de pensiones y un seguro de automóvil. Pero explota la burbuja y arrecia la ola. Porque las olas nos mecen y procuran bienestar, sensación de libertad, pero también arrastran hectáreas de aceite vertido. Y que una crisis económica derive en crisis social es cuestión de segundos que apenas advertimos cuando nos encontramos inmersos en tan complejo trayecto.

 

meter tus posesiones más queridas

en una sábana recién lavada

y saltar por la ventana

 

Y nos creímos siempre en el bando ganador. Y aprendemos a quemarropa, con asco, con vergüenza, que miramos muchas veces por encima del hombro. Y ahora luchamos contra el viento y las olas, pero también contra lo estático. Y peleamos contra el convenio, el contrato y el acuerdo, pero nos quema la mirada de aquellos que, como nosotros, estaban en el bando adecuado. Y somos independientes, pero no libres.

Y nadie hace nada.

Y continuamos solos nuestros camino.

 

no te confundas

tú eres el indio

y ellos el puto séptimo de caballería

 

Es entonces cuando envidiamos los lugares donde nunca pasa nada, donde nadie tendrá jamás la tentación de meterse en el océano (sabemos, ahora, que aquellos surferos del desierto no estaban locos) y, por tanto, no sufrirá si las circunstancias no lo permiten. ¿Y si la solución fuera rendirse?

Pero no fue una rendición. El simple hecho de aguantar en pie, de haber llegado hasta aquí, de no habernos pegado un tiro, nos convierte en triunfadores.

 

porque no tengo ni idea

de hacia dónde van los días

ni de quién construye los santuarios

 

Y en realidad nada ha cambiado: los vaqueros y los indios siguen en sus trece, y los indios perdieron toda posibilidad cuando hablaron por ellos y dudaron de sí mismos. Los vaqueros entendieron que todo saldría bien actuando en bloque; que no existe lo bueno, lo justo y lo legal más que en la medida en que así se acuerda por insultante mayoría. Y hace tiempo que lo asumimos al tiempo que aprendimos a remontar el cauce, a cabalgar las olas. Llevamos años en nuestra playa interior (sabemos ahora que aquellos surferos del desierto… esto creo que ya lo he dicho), donde aprendimos a empaparnos del contexto mientras mirábamos con lástima como todo, fuera de allí, se polarizaba cada vez más. Pero esa guerra ya nos es ajena. Ni indios ni vaqueros, sabemos que algo no funciona y que no va a cambiar hasta que cambie el esquema general, hasta que forjemos nuevos ejes.

 

así están las cosas.

la arquitectura del mundo zozobra & amenaza con.

las periferias lo son todo ahora.

y la edad no ayuda.

 

Y llega al fin la aceptación, que no derrota. Y es ahora, tras un largo camino durante el cual la mayoría del tiempo no hemos salido de nuestra playa sin saber que ésta existía, cuando hemos resuelto al fin la ecuación con la que no pudo ni el mismísimo Charles Hermite, quien siente que malgastó su vida buscando aproximaciones: hallar el valor de x cuando soñamos que estamos surfeando al compás de afilados punteos de Dick Dale y despertamos en París, en el siglo XIX.

 

Rode to Oklahoma.

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