Cuentos grises

Dos amigos a punto de dejar atrás los viejos tiempos. Un joven errante en busca de su Ítaca particular. Un reportero que narra los días con toda su crudeza. Un matrimonio que se refugia en la lectura. Cuatro exiliados frente a un micrófono. Un poeta a punto de renunciar a cualquier sueño. Un callejón sin salida de miles de kilómetros. Un paseo por el barrio. Un escritor detrás del cristal. Un nuevo televisor.

Al final del principio alzamos la mirada y encontramos lo que siempre sospechamos. Rodeados de desconocidos, juicios e interrogatorios, vagamos en círculos mientras los días se deshacen, sabiendo que nada permanece y todo queda atrás.

Gris es la luz de aquellos días. Como los viejos recuerdos en blanco y negro. Gris es la monotonía, la repetición sucesiva cuando no acontece nada, el empedrado de Arlés iluminado por faroles rosas, unas focas nadando con libertad en el Atlántico o un oficinista que saca al perro y deja que orine sobre el coche de su detestado vecino. ¿Serían más reales cubriéndolos de color? Por eso, gris es la luz de estos cuentos.