Prólogo de Héctor Castilla

            Estando en la carrera ‒Filología Inglesa, aclaro‒ tuve la suerte de estudiar Poesía Inglesa de la Primera Guerra Mundial y me encontré con A. E. Housman, Thomas Hardy, Walter de la Mare, Rupert Brooke, Edward Thomas, Robert Graves, Richard Aldington,  Siegfried Sassoon o Wilfred Owen (imposible olvidar su “Dulce Et Decorum Est”), así que en cuanto Álvaro me pasó el manuscrito de “Spam” y vi que la primera parte estaba dedicada a Alun Lewis me puse a leerlo al momento. Y hubo dos razones: la primera es que si uno conoce un poco a los poetas que he mencionado antes sabe que sus vidas son más que propicias para tomarlas como referentes poéticos, y la segunda es que no tenía conocimiento de quién era el tal Lewis que Álvaro había escogido, así que, a diferencia de esos asistentes a talleres de creación poética que en cuanto ven una cita o una referencia de alguien que no conocen empiezan a soltar sapos y culebras, me puse a investigar quién era este poeta galés que participó en la segunda guerra mundial y que supone el punto de partida de este libro.

            En la primera parte de este segundo libro de Álvaro, ya una de las imágenes del segundo poema da pistas de por dónde va a ir (su camastro,/ hecho de forma impecable,/ (…) [Spam] el contenido del paquete/ [Spam] en perfecto desorden/ [Spam] sobre la manta.): ese modo en el que uno tiene ordenada su vida y hasta las cosas esenciales para poder seguir adelante lo van desordenando todo. Pero es que en ‘Noche en Coonoor’ hay otra imagen que indica cuál es otro de los ejes del libro (A la guerra, como al amor, se llega/ con más miedos y estupor que certezas). Y a partir de aquí comienzan repeticiones sintácticas y semánticas que mantienen perfectamente unido el libro mientras se van viendo instantáneas de la vida de Alun Lewis y uno, de un modo un tanto extraño, sabe que hay algo de su vida propia en los versos de Álvaro.

            Pero ‒y retomo el hilo del primer párrafo‒ si había otra razón por la que me puse a leerme este libro de Álvaro fue por la segunda sección: “Debris/La basura, desde el principio”. Ya sólo el hecho de leer en la nota que abre la sección: El pasado, desde el espacio, cayéndonos encima en forma de basura, hace obligatorio lanzarse a ver qué hay en estas páginas en las que planteamientos filosóficos y científicos, y saltos adelante y atrás en el tiempo y el espacio se mezclan con un magnífico ritmo a lo largo de sus casi trescientos versos. Y a la vez, como en la primera sección, despojos generando más despojos porque todo lo que un día fue promesa de algo/ hoy amenaza con caernos encima/ y exterminarnos.

            Para cerrar el libro, Álvaro escoge un tema más personal al que le aplica algunas de las imágenes que ha ido utilizando a lo largo del libro y juega, sobre todo, con esa idea de que los recuerdos que nos llegan de manera inesperada podrían considerarse correo basura, es decir, spam. Y se pregunta si habría alguna posibilidad de acabar con esos recuerdos igual que hacemos con esos correos electrónicos indeseados con los que nos ametrallan. Y vuelve a aparecer la palabra infierno. Y aparecen Manuel Vilas y los hermanos Gallagher, Nacho Vegas y Christina Rosenvinge, y Edward Hopper y Jeff Buckley y Federico García Lorca y Charlie Parker para acompañarnos como lectores a un desenlace que ‒lo hemos leído en el libro aunque no nos hayamos percatado‒ será trágico. Pero no hay absolutamente nada que temer, excepto que alguno de los poemas se pueda convertir en un espejo y no nos guste la imagen que nos devuelve.

            Todo esto que he escrito son las razones que me llevaron a mí a leer el libro, así como a sorprenderme por algunas de las imágenes o de las músicas que se encuentran entre estos poemas, así que no hagan mucho caso de estas palabras. Ahora viene lo más importante: que se lean el libro y, si puede ser, que lo disfruten.

Héctor Castilla.
Murcia, octubre de 2022.