Y rodeados de dinosaurios los hombres de cráneos inmensos
cantaron mi historia.
El Planeta, a pesar de todo, es un buen lugar: te sirven palomitas con la cerveza y sabes que estarías dispuesto a morir por y para Él. Desde el niño que escribe a un dios en quien no cree hasta el hombre que lleva el fuego a los hombres (probablemente el acto más humano) saben que El Planeta es un buen lugar, aunque dé cobijo a La Bestia.
Bestia, madre nuestra.
Quiero todas tus tarifas de móvil, me chiflan las ondas.
Las quiero todas. Me arrodillo.
Cómo no dejarme apuñalar por tus anuncios. Dame,
dame con eso. Lo quiero. No,
no puedo rechazarte. Estaría loco. Y tú
olvidas a los locos y los picotazos de sus cuervos. Olvidas
los cráneos abiertos en flor.
Muérdeme, muérdeme en el cuello, Bestia.
Quiero tus dentelladas de cocacola, de big mac.
He visto la caída de los hombres.
Yo también te pertenezco.
La Bestia nos hace sentirnos los reyes del mundo cuando no somos más que un hatajo de imbéciles mucho menos borrachos de lo que creemos; hace que brille nuestro aura de gafotas.
La Bestia es la luz que atraviesa el polvo suspendido en la penumbra de una nave industrial, el miedo a la oscuridad de una cochera.
La Bestia nos empuja a ser felices celebrando la pobreza, agazapados en la última fila sabiendo que jamás seremos alfas.
ahí fuera los niños y los hombres y las mujeres
y el fuego
devoran los codillos de cordero y las albóndigas suecas
y yo toco su basura con santidad
porque conozco la semilla
y el líquido
La Bestia es la luz de la bombilla destrozando las heridas, besarse en un velatorio sabiendo que eres el siguiente, la madre que reza por su familia con astillas metálicas bajo las uñas.
Reza por su familia, but not for me.
La Bestia es la santidad del alcohol, esa gracia que te envuelve cuando empiezas a beber, a beber como misión.
Y para luchar contra La Bestia rezamos a Cristo:
Mi madre besa las velas rojas.
Las velas rojas llevan una foto de Cristo que
alza dos dedos al cielo
y le pide: «Cristo, dale fuerzas para hacerlo Bien»
pero las velas rojas acaban apagándose
y van a la basura
y Cristo se encuentra con las ratas
Es invocado con su sangre, que puede adquirirse en Mercadona, le pedimos auxilio cuando se difumina el alma, le enviamos cartas con marcas de pintalabios… Pero Cristo no puede hacer nada, hace tiempo que se quedó para pasear su cruz entre la indiferencia, los semáforos y las cacas de los perros.
Pero La Bestia está más allá de los ascensores, entre los coches y los gritos, y siempre nos queda un lugar de recogimiento donde mimetizarnos con lo que nos rodea antes de que lleguen las serpientes negras y tengamos que enfrentarnos a
lasrocasylatristezayelcalorylashorasytodalamierdamilenaria
Mientras llega La Bestia, mientras gira El Planeta, beberemos cerveza con ese hombre silencioso que sigue a los pájaros con la mirada, aplasta las latas con las manos cuando las termina y ha empezado a parecerse al lugar en el que vive.
¿Y tú? ¿Has empezado a parecerte?
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