SER OTRO (Prólogo de Ramón Bascuñana)

Óscar Navarro Gosálbez (Alicante, 1971)  publica su segundo poemario “Imago” cuatro años después de publicar en esta misma editorial “Carta Astral”. Regocijemos.  Estamos de Enhorabuena.  Y lo estamos, no solo porque haya roto su silencio poético sino porque, lo digo ya, nos encontramos ante un excelente e intenso  poemario breve y, si a lo largo de este prólogo, que no es un prólogo ni lo pretende, lo repito más veces, es para que se vayan haciendo a la idea de lo mucho que me han impresionado estos poemas en apariencia sencillos, sin artificio, sin trampa ni cartón, donde la nitidez de sus versos crea un falso efecto  de claridad y armonía. El diablo nos libre de la claridad y la armonía como sinónimos de sencillez y facilidad. Nada más lejos de este poemario escrito con la violenta calma con que un asesino campechano se dispone a perpetrar su crimen horrísono. Ya digo que esto no es un prólogo. Aunque  lo parezca, yo no lo pretendo, y me repito porque en la poesía todo es ritmo y la repetición es la excusa perfecta para crear el ritmo. Quien lea el poemario lo entenderá. Esto se parece más bien a una declaración de amor. Una declaración de amor a la poesía de Óscar Navarro. Y no una declaración de amor a primera vista sino una declaración de amor ejecutada con premeditación y alevosía. Porque todas la declaraciones de amor que pretenden no ser prólogos suelen serlo con premeditación y alevosía. En realidad me hubiera gustado que este no prólogo se titulase “Un insecto llamado Imago”, pero por desgracia ese título ya lo había empleado el poeta Reynaldo Jiménez para un prólogo de “El zumbido de dios” de M. Rosa Maldonado. No me ha quedado más remedio que elegir otro título más neutro y aséptico para esta alevosa y premeditada  declaración de amor muy, pero que muy pensada, porque la poesía de Óscar Navarro  es una poesía  muy pensada, muy meditada, una poesía de planos y contra planos, de luces y sombras que se alternan, de capas de cebolla que van recubriendo un centro elusivo, casi invisible, tenue, hijo del rigor, del silencio, de la lentitud y la reflexión. Los poemas de “Imago” son todo eso y algo más. Porque la buena poesía siempre es algo más. Ese algo más que falta en la mayoría de la poesía que se publica en la actualidad. Y eso es un valor añadido.  Los poemas de “Imago” tienden a la trascendencia, pero sin la impostura de lo trascendente, para lo cual la palabra se despoja –vuelvo a repetirme-,  de todo artificio, de toda retórica, de todo engolamiento y se recubre de esa difícil y misteriosa sencillez en la cual como afirmaba J.R.J la palabra es la cosa misma. Porque eso es la poesía, la palabra. La palabra en sí misma y por sí misma. Sin maquillaje, desnuda casi. También en este poemario, escueto y despojado, la poesía viene así, a flor de piel, sin aditivos, sin ropajes, sin otro asidero que el propio cuerpo del poema sustantivado y apenas adjetivado. El esqueleto de la idea y la estricta carne de la emoción. Nada de carnaza emotiva. Nada de burdo sentimentalismo banal. Nada de fuego de artificio. Una poesía que anhela su verdad desde el ángulo de la sombra, donde la luz es promesa, crisálida siquiera. Esta imagen primera del poema inicial, la de la crisálida, apela directamente a la idea central, elusiva, tenue, casi invisible, de este poemario nada inocente escrito desde la mirada cómplice y culpable. Escribir – decir / es hacer una elección. // Tampoco / hay inocencia / en la mirada. Óscar Navarro elige llevarnos de la mano, o quizás arrojarnos,  al epicentro de un universo poético kafkiano donde la metamorfosis no es lo extraordinario, lo que produce terror y miedo, sino que la metamorfosis se entiende como cambio tranquilo y pausado, evolución natural del estado larvario al de madurez.  De  ahí el título y el concepto polisémico de “Imago”  que no solo es la representación interna e inconsciente  de una persona tal y como la percibimos, sino que, alude a las máscaras de cera que se obtenían de los muertos en la antigua Roma y claro, evidentemente ese estadio  del desarrollo de los insectos  después de emerger de la pupa donde se alcanza la madurez sexual. Dónde la culpa – los miedos / mis manos con venas de hombre / curtidas en cuerpos de hombre / forjadas en hombres de fuego. Lo dicho, decir es elegir, la mirada no es inocente, la palabra tampoco. La poesía nunca. Óscar Navarro nos expone la metamorfosis del cuerpo y del alma. El concepto de crisálida en poesía viene de la cultura griega y no está exento de connotaciones espirituales.  La dualidad cuerpo y alma. El alma pura en el cuerpo impuro. La luz pura en la lóbrega sombra. Hay una impronta neoplatónica en los poemas de “Imago” y una forma de cortar, de cercenar, de amputar el verso, que le acerca a una muy ponderada y muy moderna  forma de entender la poesía al modo de Roberto Juarroz o de María Auxiliadora Álvarez; y aunque sé que Óscar Navarro no es admirador de Juarroz, sí conozco su devoción por la poesía de la poeta venezolana. Sin embargo, creo que a “Imago” le cuadra muy bien una definición que Juarroz aplica a su manera de entender la materia poética: “Manejo del lenguaje: concisión, desnudez, concentración, renuncia a lo decorativo,  y retórico, con una especie de animismo verbal… y un plasticismo figurativo, despierto en los sucesivos esbozo de algo así como una despojada y tal vez inalcanzable parábola del espíritu”. Concisión, desnudez, concentración, renuncia a lo decorativo. Una poesía con pocas concesiones al lector. Las justas.  Una poesía abrupta con una cuidada selección de vocabulario donde los sustantivos y los verbos se repiten de poema en poema creando una cadencia hipnótica: sombra, luz, crisálida, verdad, mentira, inocencia, escribir, manos, agua, aire, tiempo, cuerpo, manos, respiración, silencio, decir, callar, mano, sangre, cantar, rumor, luz,  flores, simas, estrellas, soledad, luces, sombras, faro, insecto, tierra, viento, piedras, garganta, caracol, espejo, culpa, miedos, cuerpos, mano, flores, principio, final, escribo, callar, palabras, silencio, sombra, crisálida, decir, tiempo, pájaros, cantos, manos, boca, labios, silencios, uñas, viento, ceniza…Una cadencia que además se ve reforzada por las estructuras repetitivas de muchos versos: Después de la verdad / no encuentro…// Después de la verdad / comienza ; Dónde dejar las manos. / Dónde  hacer que reposen… // Dónde alcanzar un tiempo /; Obviar la fotosíntesis /…Obviar los días…; Como toco la tierra / conozco…// Como toco la tierra / tomo partido… son solo algunos ejemplos de este oleaje verbal que nos va arrastrando mar adentro hasta las profundidades de este poemario breve, pero intenso. Una vez dentro hay que dejarse arrastrar por su ritmo sincopado, no se puede nadar contracorriente. Lo interesante de “Imago” es que mientras lo estás leyendo, mientras saltas de poema en poema, de verso en verso,  apenas puedes reparar en la cantidad de recursos  que el autor ha utilizado para llevarnos donde quiere. Y sin embargo, la gran virtud del poemario es que apenas se noten estas figuras retóricas: anáforas, aliteraciones, asíndeton, elipsis,  anadiplosis, antítesis, sinestesias.  Abundan la áspera descripción ylos roncos destellos  y el rumor salado y las voces amarillas y las sordas oquedades y la garganta oscura. Son algunos ejemplos de la cuidadosa labor de construcción y decantación  que Óscar Navarro ha realizado con el magma poético de que disponía hasta darle la forma y la consistencia de un poemario claro, austero, seco y leve. Un poemario que trata sobre el paso tan quedo del tiempo sobre el cuerpo, sobre cómo nos metamorfoseamos, sobre cómo dejamos de ser la imagen que tienen los demás de nosotros mismos  para ser nosotros mismos ante los demás. Para ello Óscar, utiliza una doble imagen perfecta. La de la crisálida, la pupa, la larva y la del imago, el insecto adulto. Y entre la crisálida del verso tres y la afirmación del verso final hay una declaración de principios, no solo poéticos sino también, estéticos, morales y éticos. Una aceptación del yo y una volición del deseo. Cuando vengan / darán con otro, / no con aquel que amó a iguales, / no con aquel / que lloraba males de altura,  encontrarán / las grietas… Encontrarán a alguien que habita donde la luz no llega  y del fondo de cuya garganta surge la rabia en lugar del canto. La metamorfosis es un proceso lento y doloroso. Una construcción interna y externa al mismo tiempo. …pal-/ pita / la pupa / y su arquitectura / de memoria / se hace grietas. //…piel / que  odia y ama / y llueve y quema, // La pupa fue proyecto, /…/ la pupa / ahora / es imago.  También la construcción del poema es un proceso lento y doloroso. El poema se piensa, se construye en el aire, en la ingravidez del abismo. Pensar el poema es imaginarlo,  fecundar la nada, procrear desde el vacío una imagen hasta que se concreta en el signo, en el gesto de la mano sobre la pureza del folio y se alumbra el lenguaje. Mucho de esto hay en la poesía de Óscar Navarro. Una poesía que se adelgaza hasta convertirse en un hilo de voz y luego en silencio. Callar, / que en las palabras / se está gestando / ya el silencio. / Que en el silencio ruge / la urgencia del verbo…// No decir. / No romper el instante / de magia…Un instante de magia es el poema. Un mundo propio que no está en ninguna parte, pero que construye con la palabra que nombra un lugar que está en todas partes: el lugar del lenguaje y del silencio. El lugar donde se encuentran el poeta que expresa una experiencia radical  y el lector que busca en el lenguaje poético los límites del silencio. Y los límites del silencio se expresan a través de ese oleaje rítmico del que ya he hablado, un oleaje que recuerda a un ritornello musical, con esas palabras que se repiten cada cierto número de versos, con esas estructuras  reiteradas, como si fuesen estribillos,  y esos poemas que son como secciones – de cuerda o o de viento-, o fragmentos de una sinfonía. Quizás deberíamos todos, / yo mismo, ser / con firmeza / música de Boccherini. Aunque el título de “Imago” alude a una de las fases de la evolución de los insectos y  a la imagen que transmitimos a los demás, uno se siente tentado de emparentar este sentido musical, junto con algunos aspectos no menores, del poemario con el movimiento Imaginista donde  en una de las primeras reglas formuladas se dice: “En cuanto al ritmo: componer en la secuencia de la frase musical, no en la secuencia del metrónomo”. Y cuando aludo a “aspectos no menores” me refiero por ejemplo al tratamiento simultáneo de la cosa poética como subjetiva y objetiva, a utilizar el lenguaje del habla común, pero empleando siempre la palabra exacta, a crear una poesía que sea dura y clara y finalmente concisa.  Y hay otro motivo más  para pensar en la posible influencia de este tipo de poesía en esta obra de Óscar Navarro, me refiero a la cita casi explicita de T.S.  Eliot, concretamente  al poema “East Coker”.  En mi principio está mi fin. Una tras otra /…en mi fin está mi principio. / En la muerte del amor de una vida entera… que el autor glosa en algún pasaje del poemario: Asustan / quienes dicen conocer / el principio y el final / y olvidan que / el final es el principio / que en todo principio / hay ya un principio de final  En ciertos momentosleyendo los versos de “Imago”  he pensado en Marianne Moore y en Wallace Stevens. E incluso en Amy Lowell y William Carlos Williams.  Pero no hay que irse al pasado, los poemas de Óscar Navarro se pueden emparentar o pueden convivir y conversar de tú a tú con otros poemas de título similar y autores diversos.  Por ejemplo, con el poema “Imago” de la poeta italiana   Ginevra Sofía Avella: Cortar la mirada detenida  / a la otra orilla de la noche. // Esta mirada sucia, / baile de carne, / ceniza y hormigas //…soy yo la navaja, / soy yo la herida, / soy yo la que sangra / en el banquete de la rabia.   O con el poema, también del mismo título del casi desconocido poeta  Friedrich Einsten: Muerte lenta / disminuyendo hasta el infinito // Plazos invisibles del calendario / acaricia el río, estrella perfecta, / las raíces de la tierra. La poesía toda como un útero del que nace la vida en forma de palabra. La palabra como el principio y el final, el origen de mundo.  La poesía debería ser siempre así. Como un elemento genitivo, que genera o engendra. Así es la poesía de Óscar Navarro. Una poesía donde Después de la verdad / comienza el regateo. / Una poesía donde alcanzar un tiempo / escrito sin porvenir. Una poesía donde hay un exceso del yo / que nunca es suficiente. Una poesía donde quizás intuir, / que más allá es más acá. // Y llenarse de soledad / los bolsillos… Una poesía donde  en las palabras / se está gestando / ya el silencio. Una poesía donde todos los hombres / sostienen el pánico / en la proa de sus labios…Una poesía donde del fondo de la garganta / debe rugir / el canto solamente. Eso es la poesía de Óscar Navarro, canto  y silencio, las dos caras de la misma moneda poética. Lo fértil y lo estéril, el dolor y la  alegría. Una poesía que conforma y conmueve  y que como todas poesía adulta  y reflexiva posee más dudas que certezas, más preguntas que respuestas. C