Es una feliz ocasión poder ser artífices del prólogo de la opera prima de Óscar Navarro, que no por tardía es caduca. Antes al contrario, Carta astral responde a un largo período de asimilación de influencias y vivencias que cristaliza en veintidós poemas a horcajadas entre la declaración de intenciones y la búsqueda de un verso certero, de una poesía que represente al hombre, a la totalidad del hombre.

No es este, sin embargo, un poemario que pueda adscribirse a la corriente de epígonos de la poesía de la experiencia o la poesía meramente vivencial. Cuando decimos que estos versos representan al hombre lo hacen también desde un punto de vista intelectual e incluso, en algunos poemas, culturalista. Baste citar el retrato intelectual que traza en la segunda parte de «Virgo, o el servicio»:

 

Entonces sueño con Bach, sueño con Messiaen y sueño sobre

todo con Charles Ives, y sigo buscando preguntas que

puedan tener algún tipo de respuesta.

 

Hace un rato escuchaba un concierto barroco por la radio y,

durante cinco minutos,

el orden fue el mundo.

 

También cabe, y es lo que convierte a Carta astral en un poemario cuya voz se constituye como círculo perfecto, absoluto, y no un mero regodeo autoreferencial, la transformación y la serenidad que traen haber aceptado la muerte como una parte más del viaje. Así, «Piscis», el poema relativo a la disolución, cierra con la calma de unos versos de resonancia clásica, influencia que permea el poemario y lo dota de un tono sosegado, lejos del arrebatamiento que a veces caracteriza a los poetas noveles.

Se agradece, por otra parte, el esfuerzo del autor por construir un conjunto coherente y con una unidad que va más allá del título esotérico que le sirve de pórtico. Signos y planetas revelan su significado tradicional –explícito en el caso de los primeros, velado en el de los últimos – y se disponen ordenadamente para organizar el discurso. Vemos, por ejemplo, aparecer antes de «Cáncer, o la familia», el poema «La luna», que nos prepara para un enfrentamiento familiar que no hace sino velar, de todas las formas que adopta el amor entre estas páginas, la más pura y primitiva. Al diálogo entre los poemas se suma el que se establece con la tradición de diferentes épocas y con diferentes elementos, ya sea la popular, la mitológica (aparecen diferentes actualizaciones de Ganimedes, Ulises o Polifemo), los espacios distópicos recogidos en «Virgo, o el servicio» e historias bíblicas de carácter universal como es el caso de «Ceres».

El sujeto poético, en consonancia con este carácter proteico de la diversidad temática, también se desdobla y se diluye en diferentes voces, de las que puede ser un ejemplo paradigmático «Géminis, o la conciencia propia».

En definitiva, con Carta astral, Óscar Navarro nos demuestra —no sólo a nosotras, que antes de amigas, de compañeras, fuimos proveedoras de lecturas para el poeta, sino también a todo aquel que se aventure a este viaje cósmico— que sabe tomar elementos de diferentes corrientes poéticas para construir un discurso personal. Los astros definen las formas del hombre, pero también lo hace su biblioteca. Es de esperar, pues, que también este ejemplar perfile formas nuevas en el futuro lector.

Carmen Juan

Sara J. Trigueros