Puesto que eres una británica afincada en España, es inevitable preguntar qué o cuánto tiene la obra de autobiográfica. ¿Qué tiene Sandra de Stella o Stella de Sandra?

La protagonista de Jugar con fuego tiene muy poco que ver conmigo. No es la primera novela que escribo donde, sin querer, revelo aspectos de mí misma que ni siquiera sabía que existían. Yo llegué a España en 1971 cuando todo lo de fuera del país era exótico y deseable. Tenía 19 años y mi familia política me trataba como un objeto frágil que tenía que conservar, cuidar y presentar con orgullo a familiares y conocidos. Pero, ahora que lo pienso, Stella y yo sí que tenemos algo en común: las dos somos jóvenes, altas, rubias y muy, muy guapas.

El marido español de la protagonista pretende llevar una vida que se asemeja más a los años ochenta que al 2004 en el que se desarrolla la novela. Estamos a las puertas del año 2020. ¿Crees que hay quien sigue considerando normal ese modelo de familia patriarcal? Normal en el sentido de que todo lo que no sea así, pasa a ser «anormal».

Bueno, entramos en terreno resbaladizo. ¿Alguien cree que ese modelo de familia patriarcal es normal? Pues claro que hay gente que piensa que es normal o, al menos, desearía que lo fuera. En el fondo, desde mi punto de vista, a un porcentaje de los españoles les encantaría seguir siendo el amo y señor de su casa y mandar, con cariño, sí, pero con firmeza a sus mujeres e hijos. Desafortunadamente, para estos nostálgicos de otras épocas, la crisis de los últimos años ha hecho que sea imposible que las familias sobrevivan con un solo sueldo. Las mujeres están más que dispuestas a trabajar fuera de casa, pero en igualdad de condiciones.

A pesar de que nuestra protagonista mantiene a su marido, e incluso financia sus estudios, al comienzo de la relación, la familia de él, muy adinerada, los abandona a su suerte. ¿A qué crees que se debe ese rechazo a todo lo que viene de fuera?

Como he mencionado antes, las extranjeras han perdido su atractivo y su glamour en España, particularmente para las madres españolas. Más vale lo conocido, ¿no? Doña María quería que su hijo se casara con una española de familia bien. Una de su clase social o incluso mejor. ¿Qué puertas iba a abrir Stella y su apellido “Brown” para Paco y su familia? Paco ha herido a su madre en lo más profundo: sus aspiraciones sociales. Ha traicionado a su clase con este matrimonio infame.

Aunque parece no ser tanto una cuestión de origen, sino de clase, pues el resto de familia política tampoco parece caer en gracia a la suegra y los cuñados.

Tenemos que aceptar que son unos esnobs. La suegra incluso se burla de los orígenes algo más humildes de su marido.

Por cierto, el traductor de la novela es tu hijo Jaime. ¿Cómo ha sido trabajar con él? ¿Había plazos y horarios o «ya te llamaré cuando lo tenga»?

Trabajar con mi hijo ha sido una experiencia genial. Los dos somos algo neuróticos, orgullosos y muy cabezotas y a veces saltaban chispas que Santiago, como marido y padre, apagaba con ideas buenas que aceptábamos a regañadientes. En el 2003 di la novela a mi hijo, recién licenciado como traductor, como uno de sus primeros encargos y le pagué una miseria. La traducción era buena pero nada comparado con el Jugar con fuego que se presenta ahora. Al aceptar Luis de Boria Ediciones publicar la novela, Jaime la ha pulido muchísimo, después de lo aprendido tras años de experiencia. Nadie lo hubiera hecho como lo ha hecho él. Con profesionalidad y cariño.

Stella tiene un pequeño grupo de amigas, también británicas, con las que, sin embargo, no parece tener nada en común, más allá del idioma. ¿Nos agarramos a cualquier cosa antes de dejarnos caer en el abismo de la soledad?

Bueno. Quiero aclarar algo para que no me fusilen las irlandesas. Las amigas de Stella no son todas británicas. Son inglesas, irlandesas y estadounidenses. Son de habla inglesa pero de distintas culturas. Una cosa sí tienen en común: la dificultad de entender la sociedad española y encontrar su hueco. El no encajar en una sociedad es muy triste. Somos animales gregarios y necesitamos contacto social, nuestra tribu. Como se dice en inglés, “war makes for strange bedfellows”, aunque en este caso es la soledad la que engendra extrañas amistades.

No sé si te habrá ocurrido, pero abandonar un puesto de trabajo plagado de responsabilidades para quedarse en casa a cuidar de un bebé y hacer la compra (que no digo que no sea una gran responsabilidad) debe ser un cambio muy difícil de aceptar, al menos a corto / medio plazo.

Stella se había hecho una idea idílica de la maternidad. Lejos de la realidad. Era una secretaria de dirección muy eficaz, ¿Cómo no iba a poder sacar adelante el trabajo de la casa y el criar a su hija? ¿Por qué no iba a poder tomarse un descanso después de los años a cargo del sustento de la familia? Se equivocó y mucho, y tampoco contó con la depresión postparto.

Si Stella hubiera dicho desde el principio lo que quería y pensaba hacer (recordemos que no estamos en 1981, sino en 2004), todo hubiera sido más sencillo. ¿Por qué ese miedo a ser ella misma?

¿Cuántas veces nos repetimos: por qué no dije lo que pensaba? ¿Por qué no hablé en su momento? Cambiar un patrón de comunicación con otras personas es muy difícil. Recuperar terreno perdido a causa de momentos de debilidad o falta de reacción es una montaña difícil de escalar. Hay que tener en cuenta que Stella está bastante insegura y tiene miedo de verbalizar sus pensamientos por si fueran erróneos.

Stella y su suegro parecen estar muy unidos, no en el plano físico, sino en ese abandono a su suerte creyendo que las cosas deberían ser de otro modo. ¿Crees que el silencio puede unir a las personas?

Sí que están unidos, pero esa unidad es una posición débil. El suegro sabe que su batalla se perdió hace años y no quiere que Stella siga el mismo camino. El silencio puede unir a las personas aunque sea una salida inútil y demasiado fácil.

¿Y ahora qué? ¿Volveremos a leer a Sandra Bruce en Castellano?

¡Pues claro que sí! ¡Por eso tengo un hijo traductor! Me quedan muchas obras en el tintero.

Como se dice en Monty Python and the Holy Grail, “I’m not dead yet”.