Siendo, como eres, un importante agitador cultural, da la sensación de que esta opera prima ha tardado, se ha resistido a llegar.
Creo que fue Borges el que dijo que estaba más orgulloso de los libros que había leído que de los que había escrito. No sé si nuestra labor de agitación cultural (la de la asociación Letras de Contestania, a la que pertenezco) es importante, pero desde luego estoy tan orgulloso de ella que casi no le he dado importancia a la tarea de escribir. A mí, al menos, ese contacto con autores, editores y locales, y por supuesto lecturas, me ha llevado a ser todavía más duro con lo que escribo de lo que ya lo era antes por naturaleza.
El paso del tiempo y la muerte son los pilares de ‘Carta astral’, pero parece que no te enfrentas al tema con miedo ni resignación, sino meditando y aceptando lo inevitable.
Eso es lo que intenté transmitir. La semilla del poemario nace, como no podía ser de otro modo, de un suceso real. Ante ese suceso, que es el enfrentarse al fallecimiento de un ser querido, uno sufre, siente el dolor de la pérdida y finalmente pasa el duelo. Pero cuando previamente has perdido la fe en la trascendencia que tenías en la infancia y en la primera juventud, te das cuenta de que la muerte no es más que un mecanismo ineludible de la vida, que solo es un hecho biológico. En su momento, a mí esa manera de ver el asunto me resultó consoladora y esa es la reflexión que pretendía verter en este poemario. ¿Has oído hablar del límite de Hayflick?
Mitología, constelaciones, planetas… ¿Cómo decides que ese es el marco donde encuadrar el discurso?
Pues la verdad es que fue de un modo fortuito. El tema central, esa visión amoral de la muerte de la que hablaba antes, ya me rondaba desde hacía años. Casualmente, un día, en una de esas derrotas que casi todos hacemos por internet, di con una relación de los significados que la astrología atribuye a cada uno de los signos zodiacales, así como a los distintos cuerpos celeste. Yo no creo en la astrología, pero de repente todo el esqueleto del poemario se había levantado gracias a esas asociaciones, porque me daba cuenta de que me permitían no solo dar acomodo a la idea central, sino a diversas derivaciones e inconvenientes que me surgían cuando meditaba acerca de ella.
El poemario alterna poemas extensos de verso largo con poemas breves de verso corto. ¿Has intentado crear una especie de diálogo entre dos líneas narrativas?
En efecto. Conforme avanzaba en la escritura de los poemas mayores, los de los signos del zodíaco, sentía que el conjunto me estaba quedando muy “de ideas”. De modo que comencé a intercalar los poemas breves, bajo el título de diferentes cuerpos celestes, para expresar con ellos diversos temas relacionados con los otros poemas, pero traídos a una esfera más humana, más palpable. Sí, hay diálogo entre ellos; pero a veces hay discusión y a veces hay incluso contradicción.
Hay dos figuras muy sonoras, por decirlo de algún modo, en estos versos: los niños y los coperos. ¿Qué representan? ¿Qué relación guardan entre sí?
No creo que un autor deba contar lo que para él significan las metáforas e imágenes de un poema. Hacerlo sería pretencioso por mi parte y, además, privaría a los lectores de su derecho a darles la lectura que les parezca más adecuada. Sí que es cierto que se trata de dos imágenes que reaparecen a lo largo de distintos poemas y mi intención era que en todas las ocasiones lo hicieran con el mismo significado. Pero permíteme que no revele qué es lo que representan para mí.
¿Cómo surge el verso ‘la vida no es un obsequio sino un préstamo´?
Ese es quizá uno de los versos con los que más dudas he tenido de todo el poemario. De hecho, he estado muchas veces tentado de retirarlo. No recuerdo de dónde sale, pero me temo que su origen no estaría muy lejos de cualquier manual de autoayuda o de esas frases ñoñas que abundan en internet. A pesar de ello, su significado lo suscribo sin dudarlo, quizá por eso permanece en su lugar.
La obra parece transcurrir paralela a ese proceso de aceptación del fin: en los primeros poemas hay una lucha, un duelo que cuesta aceptar, y poco a poco se diluye la amargura hasta que el poeta se plantea las supuestas bondades de la inmortalidad y opta por dejar escrito todo lo posible antes de partir en calma. ¿Ha sido así cómo has vivido los sucesos que han dado origen a ‘Carta astral’?
En realidad, como decía antes, los poemas pretenden reflejar diferentes facetas del mismo tema. Aunque ese trayecto del que hablas esté en la base, en realidad no creo que se presenten en el poemario de un modo, digamos, cronológico o en una sucesión consecutiva. De hecho, lo que me atrajo de los significados que se adjudicaban a los distintos signos zodiacales fue que el camino ya estaba de algún modo marcado por ellos.
Una vez hablamos de ficción, de la facilidad con que ésta invade la narrativa, pero no así la poesía. ¿Hay ficción en ‘Carta astral’ o todo surge de vivencias, propias o de seres cercanos?
Supongo que en los poemas siempre hay algo de realidad y de experiencia. Sin embargo, no creo que Carta astral sea un poemario de la experiencia. De hecho, he tratado de huir de ella todo lo posible; de ahí la multiplicidad de tonos e incluso de voces. Si pudiera reducirlo todo a una fórmula, quisiera creer que en estos poemas hay un 10% de realidad y un 90% de ficción. Solo hay un poema, no diré cuál, que es la narración de una vivencia personal; supongo que solo los que me conocen de manera muy íntima podrán adivinar cuál es.
¿Tienes relatos o alguna novela en el cajón? ¿Qué será lo próximo que sepamos del Óscar Navarro autor?
El cajón está lleno, llenísimo. Pero la mayor parte de lo que hay dentro son cosas escritas alrededor de los veintipocos años, cosas de las que en su mayoría me avergüenzo. Sobre mis 25, por cosas de las que le lleva a uno la vida (nada grave, no te vayas a pensar), me aparté de la literatura. Apenas leía y no escribí nada. Este periodo habrá durado unos 15 años. Solo recientemente he vuelto, digamos, al redil del que nunca quería haberme alejado.
¿Qué será lo próximo? Ni yo mismo lo sé. Creo que el momento de empezar una carrera literaria fue entonces, aquellos veintipocos años, y no me engaño con eso. De modo que pretendo tener la misma prisa con el siguiente paso que la prisa que he tenido con este que acabo de dar: ninguna.
¿Y cómo agitador cultural? Parece que Letras de Contestania no para un segundo.
Lo cierto es que este año hemos bajado mucho el ritmo. El que llevábamos el primer año de existencia de la asociación no hubiera sido sostenible, de modo que decidimos echar el freno y hacer las cosas con más calma. Por nuestra salud, principalmente. Además, este año ha habido importantes cambios, laborales principalmente, que no nos han permitido dedicarnos con la misma intensidad que el anterior. Sin embargo, las ganas y la ilusión siguen siendo las mismas. Ahora nos tomaremos el merecido descanso veraniego y a la vuelta ya veremos. Pero seguro que habrá más y mejor, estoy convencido de ello.
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