Han pasado 4 años desde ‘Recetas para astronautas’. ¿La literatura se cuece a fuego lento?

En mi caso, al menos, sí. Soy profesor y no escritor «profesional», por lo que, por un lado, no tengo exigencias económicas para publicar y, por otro, tampoco demasiado tiempo para escribir. Mi dinámica de escritura suele consistir en apuntar ideas durante el año y después dedicarle parte de mis vacaciones a redactar una primera versión del cuento. Por eso creo que soy un escritor lento y que eso beneficia a los libros. 

Se aprecia en esta segunda obra una dosis mayor de autoficción. Por ejemplo, el relato titulado ‘Jimbocho’: ¿Es lo que te pasó? ¿Lo que te gustaría que te hubiera pasado? ¿Ninguna de las anteriores es correcta?

Siempre me ha gustado el género de la autoficción; Vila-Matas es uno de mis escritores preferidos y creo que eso ha influido en mi manera de escribir. Creo que en una sociedad donde todos tenemos tantos «perfiles», el familiar, el profesional, el de cada una de las redes sociales, la identidad se diluye. Esta idea es la que trato de trasladar a los relatos en los que el protagonista coincide (parcialmente) conmigo.

Lo narrado en ‘Jimbocho’ tiene parte de mi vida, estuve de viaje en Japón con mi pareja, visité ese barrio, el título de mi primer libro y el del relato… pero la mayor parte de lo relatado es puramente ficcional. Es una de esas vidas posibles que podía haber vivido y que nunca sucedió. 

También en ‘FAV’ veo muchas aristas del Basilio que conozco. De hecho el protagonista usa tu cuenta de Twitter.

Volvemos a lo de antes, a los juegos con la identidad que la literatura te permite y que yo, en ocasiones, llevo hasta el límite de utilizar para el protagonista mi inicial, mi cuenta de Twitter y mi trabajo, pero el relato va más allá. Mi intención era doble: mostrar lo vulnerables que es nuestra imagen en las redes sociales y retratar los cambios que se han producido en la educación en los diez años que yo llevo trabajando como profesor. Para ello creé un personaje que, sin contar esas coincidencias en su perfil, creo que se parece poco a mí, ya que se trata de un docente descreído y que ha perdido la pasión por enseñar, algo que yo, afortunadamente y a pesar de algunas trabas, mantengo intacto.

Hay quien dice que ‘Es como volar’ es un poema con forma de cuento. Y la verdad es que roza la prosa poética.

Coincido con esa apreciación y de que es el texto más diferente del conjunto, pero es que ese cambio es totalmente premeditado. Soy consciente de que mi estilo como narrador es más bien parco, no me siento cómodo con los excesos retóricos, con las descripciones minuciosas y las metáforas. Sin embargo, cuando me topé con esta historia en un periódico, creí que era tan terrible que debía alejarme un tanto a la hora de narrarla y hacerlo de manera más simbólica a lo que estoy acostumbrado.

‘Historia meridional’ es uno de los relatos que más y mejor está calando en la crítica. Incluso parece que te animan a desarrollarlo en forma de novela. ¿Te lo planteas?

Me cuesta volver a una historia cuando ya la he escrito. Creo que, de momento, me siento más cómodo con el formato del cuento y de la novela corta, o que no me he enfrentado a un argumento que crea que debe ser desarrollado en forma de novela. Pienso que lo que tenía que decir sobre la relación entre Luisa y Luis ya lo he dicho en ‘Historia meridional’ y que completarla con detalles y tramas secundarias no enriquecería el relato.

Sin embargo, sí creo que volveré a esa generación de los jóvenes de la Guerra Civil porque pienso que algo tan terrible como lo que ocurrió es un material muy literario. Sé que las novelas sobre este tema están ya un poco manidas, pero a mí no me interesa hacer una retrato político o sociológico del país, me interesan las historias más personales, las de mis abuelos o las de sus hermanas, de las que, por cierto, he tomado bastante ya para ‘Historia meridional’.

Al igual que tú, siento predilección por el relato ‘Quemado’, y desde que cayó en mis manos el manuscrito me he preguntado si los epígrafes, o títulos de las partes en que se divide (inclusión, desmercantilización, autoexpresión, esfuerzo comunal…), son nombres reales de fases de algún estudio o programa de coaching empresarial, de esos que intentan que el trabajador se sienta importante y valorado, aunque trabaje 12 horas por el salario base.

Sí, es uno de mis relatos preferidos porque creo que refleja bastante bien lo que parte de mi generación, algunos de mis mejores amigos, por ejemplo, ha sufrido en empresas que se han aprovechado de tener un aura de modernidad y desenfado para explotarlos igual o peor que la compañía más tradicional. Es una clase de explotación sobre la que se ha hablado muy poco; cuando pensamos en «precariedad laboral» a todos se nos viene a la mente la gente que trabaja en el campo o la que reparte comida, pero casi nadie piensa en los «becarios» de las agencias de publicidad o de periódicos. Por supuesto, el desgaste físico y la inseguridad es mayor en el campo o entre los repartidores, pero en este tipo de empresas más modernas la presión psicológica es brutal y lo sueldos, a menudo, no son mucho mejores.

En cuanto a los títulos de los capítulos de ‘Quemado’, los he tomado de los principios que rigen el festival Burning Man al que asisten los protagonistas del relato. Me parecían un resumen perfecto de ese falso ataque al capitalismo que se esconde en este tipo de empresas o festivales que se muestra como una alternativa pero que no dejan de repetir sus postulados más perversos. Luego, por supuesto, ordené ese decálogo del Burning Man según la trama de mi relato y las vivencias de los personajes.

‘Verde botella’ y ‘Pelé’ son tributos a la infancia, pero no a una infancia idealizada de cuento de hadas, sino a una realidad agridulce que, tal vez, en aquellos años no éramos capaces de ver. ¿Ha sido el tiempo transcurrido lo que te ha permitido abordarlos de esta forma?

Exacto, creo que la infancia pasa para todos como si fuera una película; es una época en la que aún no tienes conciencia clara de lo que te está pasando o al menos eso es lo que me ocurría a mí. Con los años vas comprendiendo ciertas dinámicas familiares o escolares que te hacen entender no sé si mejor, pero sí de manera diferente lo que viviste. Por eso me interesa tanto esta época y tengo varios relatos sobre la infancia, porque, en cierta manera, es como otra vida dentro de la tuya.

En cuanto a los relatos, ‘Verde botella’ fue concebido como una especie de fábula, una historia donde el patito feo del colegio se convirtiera en cisne pero no por su belleza con el cuento clásico, sino por un motivo mucho más peregrino. En cuanto a ‘Pelé’, que es, de nuevo en parte, autobiográfico, quería mostrar esas dinámicas de poder tan extrañas que se daban (y supongo aún se dan) en los colegios y que fluctúan por causas como la habilidad en un deporte, como le ocurre al protagonista.

¿Y ahora qué? ¿Otros cuatro años hasta el próximo?

Jejeje, no lo sé, pero, como te he dicho antes, soy un escritor lento y no tengo prisa por publicar. Quizás antes que otro libro de relatos intente escribir un ensayo que tengo en mente y para el que tengo que sacar tiempo y editor.