Entramos al apartamento de Luis Sánchez Martín y encontramos una estantería repleta de libros, películas y discos de vinilo; cubriendo las paredes, imágenes en blanco y negro de James Stewart, James Dean, Marlon Brando y Humphrey Bogart rodeando la enorme fotografía enmarcada de Gene Vincent y Eddie Cochran; el color lo ponen unas reproducciones de cuadros de Hopper y, en un pequeño mueble frente al sofá, reposa un televisor al que no llega ningún cable de antena, el cual permanece perpetuamente conectado a un dvd, como mera pantalla de cine. Y esto nos recuerda una novela que hemos leído recientemente.

Cualquiera diría que aquí vive el protagonista de ‘Bebop Café’.

Sí, eso parece. Pero no, simplemente vive el autor.

‘Bebop Café’ es su primera novela, pero no su primera publicación. ¿Esperaba la segunda?

Sí, y espero la tercera y la cuarta… En realidad, ‘Bebop café’ no es mi primera novela. Es la primera que publico, pero la segunda que escribo. Además, hay una tercera en marcha y relatos para varios volúmenes. Siempre he tenido claro que no iba a conformarme con el ‘libro de consolación’ y espero cada vez llegar a más rincones y lectores.

Presente brevemente la  novela.

Es, en esencia, una historia de intriga salpicada de humor, en la que un joven aburrido de su vida comienza a recibir notas anónimas sin pies ni cabeza a las que se empeña en dar sentido para escapar de la monotonía. Por otro lado, comienza a escribir una novela que, cuando quiere darse cuenta, se funde con la realidad, dando lugar a un laberinto onírico del que no ve manera de salir.

Huele a novela negra, género que atraviesa un buen momento.

No, creo que la etiqueta de ‘novela negra’ le viene grande, aunque los límites de las etiquetas son cada vez más difusos. La novela se sustenta en una trama de misterio, pero existe una subtrama donde se realiza una radiografía bastante cruda de las relaciones tóxicas, narrada como novela dentro de la novela, pues el protagonista es un escritor en busca de la tan ansiada primera publicación. Esta parte, que es un guiño u homenaje, como se prefiera, a Paul Auster, maestro en esto de indexar historias, plantea también, en su primera mitad y en un tono más relajado, una crítica o mirada un tanto ácida al mundo editorial.

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Tiene otra novela y otro volumen de relatos. ¿Qué le ha hecho decidirse por ‘Bebop Café’ para publicar en este momento?

Tenía claro que tenía que ser una novela, pues ya había publicado en 2014 ‘Sin anestesia’, una recopilación de relatos en esencia bastante crudos, y me decanté por ésta al ser quizás, al mismo tiempo, más lejana a mi persona y más cercana al lector. ‘Sin anestesia’ contenía relatos de marcado carácter autobiográfico y dramático, y la otra novela mantenía ambas características porque, de hecho, deriva de dos de aquellos relatos. Con ‘Bebop Café’ rompía en cierto modo el tono dramático y tomaba distancia con mi autobiografía, aunque debo aclarar que ni los relatos de ‘Sin anestesia’ ni la novela inédita son autobiográficos al cien por cien: es ficción, pero con base en mi experiencia personal.

Entonces, y a pesar de que ahora mismo pondría la mano en el fuego a que estamos en el apartamento de su protagonista, ¿’Bebop Café’ no es autobiográfica?

No, para nada. Ficción pura y dura. Otra cosa es que utilice referencias reales para dar forma a la ficción, algo a lo que recurre habitualmente cualquier escritor. La cafetería está inspirada en bares de mi ciudad que me gusta frecuentar, el mejor amigo del protagonista en un antiguo compañero mío de instituto y sí, el protagonista tiene bastante de mí, más bien de cómo era yo hace unos años (y me alegro de haber evolucionado y no ser ya tan cabezón para algunas cosas), pero exagerando los rasgos más excéntricos para darle ritmo a la historia.

Se diría que huye del drama y, tras ‘Sin anestesia’, quiere ofrecer una cara más amable de su faceta de autor.

No sé hasta qué punto ‘Bebop Café’ es ‘amable’, eso lo decidirá el lector.

Es cierto que he querido cambiar de registro, pero no busco algo concreto y definible. En este caso, he actuado a la manera de uno de mis maestros. Al terminar esta segunda novela comencé a ver cierto paralelismo entre los comienzos de Eduardo Mendoza y los míos. Mendoza, a quien admiro lo que no está escrito (bueno, en realidad sí está escrito, por eso lo admiro) tras ‘La verdad sobre el caso Savolta’ aparcó ‘La ciudad de los prodigios’ para publicar ‘El misterio de la cripta embrujada’. Del mismo modo, tras ‘Sin anestesia’ he decidido dejar reposar en el cajón 500 páginas sobre explotación laboral, familias desestructuradas y alcohol para que termine de definirse (me planteo dividirla en una saga) y que vea la luz una historia que, aunque con mi toque personal, entra dentro de un tipo de relato de índole más universal y cercano al lector.

En ‘Sin anestesia’ había relatos musicales, sobre adolescentes de los 90, la Guerra Civil, la crisis económica, corrupción política y policial e incluso un cuento de Navidad. Su novela inédita parece una historia de iniciación bastante dura. Ha sido finalista en un certamen contra la violencia machista y, nos consta por su blog, que lo mismo escribe relatos de corte social, como el finalista en el mencionado certamen, como se desmarca hacia el terreno de lo sobrenatural o surrealista. Ahora, presenta una novela que mira de reojo la saga de la cripta embrujada de Mendoza… No parece dejarse encasillar.

En efecto, es lo último que deseo. De hecho, uno de mis futuros proyectos es una falsa antología, a la manera de Max Aub, donde analice y recopile relatos de varios autores de distinta procedencia y épocas (todos escritos por mí, claro).

Por cierto, ¿por qué ‘Bebop Café’? Me refiero al título.

‘Bebop Café’ es el nombre de una cafetería, el único lugar donde el protagonista no se siente un extraño, y aunque no existe está inspirada en los bares Zalacaín e Ítaca, de Murcia, y el Ficciones de Cartagena (que, por desgracia, cerró sus puertas hace tiempo). Bebop es un término jazzístico, una rama de dicho estilo. Soy un apasionado de la música e iconografía de comienzos del siglo XX, sobre todo de los años 40 y 50, y ése es el perfil que he dado al protagonista.

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Mencione un autor que podamos considerar de culto para usted.

Esta novela, como digo, nace de miradas y guiños a Eduardo Mendoza y Paul Auster. También siento debilidad por Montero Glez. y Michel Houellebecq. Y mi líder espiritual es Charles Bukowski.

¿A qué personaje le hubiese gustado crear y qué obra le hubiera gustado escribir?

Me hubiera gustado crear a Hank Chinaski y escribir ‘Factotum’. Y, de hecho, esa novela inédita que reposa en el cajón tiene bastante de aquélla, pues su protagonista es un alter ego mío y  la historia (aunque ficción, insisto) es eminentemente autobiográfica, del mismo modo que Chinaski era el alter ego de Bukowski y la saga de novelas su autobiografía encubierta.

¿Hay algo que le hubiera gustado no escribir?

Curiosamente, las primeras líneas que vieron la luz. Me refiero al relato que abre ‘Sin anestesia’, titulado ‘Jarrita marrón’. Es un relato corto donde resumo la vida del músico americano Glenn Miller. El problema que tengo con ese relato (a pesar de que me consta que ha gustado a mucha gente) es que no tiene nada mío más allá de la admiración por dicho artista. Carece de “mi sello”, de una suerte de aura que trasciende fondo y forma y que planea sobre el resto de mi obra, haciendo que sea la obra de Luis Sánchez Martín a pesar de la variedad de temática y tono. Fue un simple ejercicio de estilo para el que, además, ni siquiera me basé en otras biografías del autor, o entrevistas, sino directamente en la película ‘Música y lágrimas’. En realidad, no me arrepiento de haberlo escrito, pues admito que le tengo mucho cariño por ser de los primeros textos que creé, sino de haberlo publicado. Nunca debió abandonar mi carpeta de borradores.

¿Qué planes tiene para el futuro más inmediato?

Evidentemente, ahora mi prioridad es la promoción y distribución de ‘Bebop Café’ y no descarto crear una saga si la historia y los protagonistas calan entre los lectores. En caso de no tomar ese camino, en principio quiero centrarme en la novela inédita que, como he dicho, me planteo dividir, aunque aún no tengo claro si en una saga o en historias independientes. Y, bueno, los relatos siempre están ahí. Y una tercera novela en curso. No sé, no soy nada disciplinado ni suelo planificar las cosas. Lo que tenga que ser, será.